Por Ana Fernanda Moctezuma y Diana Martín del Campo, JF. Mty
Por libertad nos quedamos…
Cerca de trescientas chicas provenientes de diferentes estados de la República cantando un himno al ritmo del mariachi, como un solo corazón latiendo por la misma misión. Así se vivió este fin de semana la Jornada Nacional de la Juventud Femenina de Schoenstatt México.
Sin importar distancias, trayectos largos y horas de viaje en carretera, el 06 de octubre del 2017 dio inicio nuestra Jornada Nacional, participando en ella las juventudes de Chihuahua, Torreón, Monclova, Monterrey, Taxco, Iguala, San Luis Potosí, Querétaro, León y nuestro anfitrión, Guadalajara.
Un fin de semana intenso, sin lugar a dudas. Intenso desde su preparación, por parte de la juventud de Guadalajara, que recibió a tantas niñas con el anhelo de vivir este encuentro tan esperado.
Intenso desde su inicio hasta su final, lleno de experiencias y momentos que con el paso de los días nos unieron a todas en una sola Juventud, en un solo ideal: “Como hija inmaculada, instrumento del Padre”, en un solo signo: el Cetro Azucena y en el corazón del Padre Fundador. Más intenso aún en su mensaje de envío, siendo llamadas a ser Tierra Fértil y Santuarios vivos que el Padre Fundador pide hoy de nosotras. El necesita una juventud santa, una
juventud pura, una juventud heroica.
Como Juventud Femenina nos unimos al año jubilar del Padre Kentenich, celebrado alrededor del mundo por toda la familia de Schoenstatt Internacional. Es por esto que se decidió dedicar las actividades y reflexiones de todo un fin de semana a preguntarnos: ¿Por qué debe ser tan importante su figura para nosotras? El Padre Kentenich no solo fue el fundador de un Movimiento Mariano, sino que desempeñó ejemplarmente su papel como padre y educador, acogiendo a toda una comunidad, que pronto se volvería una Familia, logrando crear una pedagogía basada en los
vínculos y la aspiración por los ideales más altos, siempre tomado de la mano de la Mater, a la sombra del santuario. Pedagogía que tiene la respuesta a la crisis del tiempo actual.
Como movimiento, estamos en un momento decisivo. En este año del Padre Kentenich, estamos llamados a profundizar y a conocer más de acerca a nuestro Fundador, reconociendo la importancia de su presencia en nuestras vidas, su persona, su misión para la Iglesia y la sociedad, su santidad. Estamos llamados, hoy más que nunca, a permanecer fieles a su misión, manteniendo viva la emoción de ese primer amor que nos atrajo a Schoenstatt desde un principio. Debemos ser testigos vivos para las próximas generaciones; ahora nos toca a nosotras ser la “generación fundadora” para los próximos cien años.
Como bien dicen “un Reino se mantiene vivo por las mismas fuerzas que le dieron origen”. Nosotras fuimos llamadas a transmitir la idea original del Padre Fundador, asegurando que su pedagogía se vaya permeando de generación en generación, y como Juventud Femenina tenemos una misión especial: debemos ser la aparición de la MTA en la tierra para nuestros tiempos. Debemos ser, así como José Engling, ese ejemplo perfecto de una vida schoenstattiana, ser el Acta de Fundación en vida. “Demostremos que somos dignas de que la Stma. Virgen pueda poner en nuestras manos la antigua herencia…” J.K. 2.Julio.1946
La espiritualidad de Schoenstatt nos propone tres ejes esenciales para vivir la Alianza de Amor, y nos enseña a vivir en Santidad de manera cotidiana, a reconocernos como instrumentos elegidos por Dios y a tener una fe práctica en la
Divina Providencia. Pueden sonar como tres retos complejos, pero como JF la tenemos más fácil, pues hemos logrado encontrar una palabra que los resume a la perfección. Una palabra que se nos ha repetido constantemente durante este año y que el día de hoy resuena en lo más hondo de nuestro corazón: Inmaculada.
A través de talleres, pláticas, actividades y mucha oración pudimos descifrar aquello que el Padre Fundador pide de su Juventud Femenina Mexicana en este año de Jubileo que comienza; después de un fin de semana de reencuentros, risas, canciones y mucha convivencia (adornada con pan dulce y mosquitos), como sus azucenas, dispuestas a jugársela por refundar los próximos cien años, orgullosamente exclamamos:
“HACIA EL PADRE, ¡VIVE LA HIJA INMACULADA!”.