CRÓNICA ORDENACIÓN FERNANDO MARTÍNEZ URIBE
Sergio Abarca Vallejos
Seminarista Padres de Schoenstatt
Sin duda, lo que acabamos de ver y vivir el viernes 8 de mayo pasado, nos alegra y nos sobrepasa a todos.
Nos alegra el alma el ver a nuestro hermano Fernando Martínez ser ordenado diácono después de tantos años de formación. Nos alegra ver y ser parte de la historia del segundo mexicano de Schoenstatt en ser ordenado. Nos alegra porque hemos conocido a Fer en la Familia, en sus tiempos en la Juventud Masculina o en su etapa de Formación al sacerdocio. Y es quizás por eso que esa alegría nos sobrepasa: porque, de alguna manera misteriosa, vemos que lo que ocurrió ese día (y lo que está ocurriendo con Fer desde ese momento) es más de lo que podríamos haber imaginado, pensado o fantaseado. La elección de Dios de un hermano, hijo, amigo o compañero nuestro, y su valentía y humildad para decir que sí a ese llamado al sacerdocio, nos sobrecoge, porque entendemos que es algo único, sorpresivo y gratuito.
Además, la situación en la que vivimos hace aún más especial la ordenación de Fer. Que él se ordene en el contexto de esta pandemia es impensado, casi de otro planeta, y quizás por eso la alegría es aún mayor. Que Dios nos dé el regalo de una ordenación en un tiempo de incertidumbre, miedo e inseguridad es, sin duda, un rayo de esperanza y alegría para nuestras vidas.
Fernando tuvo que enfrentarse a tantos cambios sobre la fecha y forma de su Ordenación en pocas semanas. Él y nosotros esperábamos su ordenación en abril, rodeado de su familia, de la Comunidad de los Padres en pleno, de muchas personas que ha podido conocer durante su estadía en Chile y llena de tantos otros detalles, pero todo esto cambió. El coronavirus hizo que todos esos planes cambiaran, pero hay algo que no cambió: la fidelidad de Dios y de la Mater con su hijo. Por lo menos yo, no sé de ningún padre de Schoenstatt que se haya ordenado en un contexto tan difícil, con tanta gente siguiendo su ordenación de tantos lugares y, lo más importante, con la presencia real de María en el Santuario. Es como si la Mater dijera que, en ese momento tan importante para Fer y para nosotros, Ella quería estar de una forma especial, como si quisiera decirnos como le dijo a Juan Diego “Oye y ten entendido hijo mío, el más pequeño, que es nada lo que te asusta y aflige, no se turbe tu corazón… ¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”
Quizás los planes cambiaron, pero la fidelidad de la Mater no cambió. Ella hizo posible la fiesta de Dios; Ella impidió que se acabara el vino, ese vino nuevo que provoca la alegría en nuestros corazones al ver a Fernando ordenado diácono.
A mí, al menos, ver a Fernando en el momento de la postración en el piso rezando – mientras las letanías de los santos acompañaban ese momento – y ver al obispo imponer sus manos sobre su cabeza, ver cómo se revestía con la estola y la dalmática, y verlo tan sonriente, me hace sentir la alegría de Dios, que Él promete a todos aquellos que ha llamado. Es esa alegría la que nos anuncia el ángel a través de María, y que hoy en tiempos difíciles se hizo real y concreta en elección de un hermano tan querido como Fernando.
Ahora, nos toca seguir acompañando su camino al sacerdocio, seguir ofreciendo nuestro aporte al capital de gracias para que él pueda vivir su ministerio fuerte y digno, con sencillez y bondad, repartiendo el amor, paz y alegría de Dios, para que, en nosotros, María recorra nuestros tiempos preparándolo para Cristo Jesús.
Dios mediante, la Ordenación sacerdotal del D. Fernando Martínez Uribe se llevará a cabo en Monterrey el sábado 31 de Octubre del presente año.